La vida de Frida estuvo llena de desgracias y desafíos. En su juventud, enfrentó un desastroso accidente de autobús que le ocasionó muchas fracturas y achaques que padecería por el resto de su vida. Frida se dibujó a sí misma desnuda de la cintura para arriba, con un corsé de acero que le fue ordenado para sujetar su cuerpo. Tras las correas del corsé, una enorme abertura recorre su torso para dejar al descubierto su columna rota. Hay clavos incrustados en todo su cuerpo y uno especialmente grande en su corazón, mostrando que no todo su sufrimiento era físico, sino que también soportaba una enorme tristeza. Frida se pintó con lágrimas en los ojos y sobre un fondo árido y desolado. La obra completa es un grito desesperado de dolor.
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Este retrato, en el que Frida trabajó durante los primeros años de su matrimonio, los muestra a ambos mirando hacia al frente con expresiones serias pero tomados de la mano, como símbolo del gran amor que se tenían. Frida se mantuvo apegada a la realidad en cuanto a la diferencia de sus tamaños: él, grande y ella, delgada y pequeña. Vemos a Frida vestida con un típico vestido mexicano, atuendo que encantaba a su esposo y que empezó a usar casi al mismo tiempo que iniciaba su relación con él. También se puede apreciar que es Diego quien sostiene en su mano derecha una paleta y pincel, lo que demuestra la admiración que ella tenía por el talento artístico de su esposo. A diferencia de las otras pinturas de Frida, donde predominan exuberantes fondos y ambientes coloridos, en este retrato no hay nada que distraiga la atención de los dos personajes, dejando claro que, en su relación, solo cada uno es suficiente para el otro.
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Aquí me pinté yo, Frida Kahlo, con mi reflejo en el espejo. Tengo 37 años y es Julio de 1947. En Coyoacán, México, el sitio en donde nací», reza una banda en la parte inferior de la pintura. Es sin duda una obra en la que busca reforzar su identidad, como lo indica su presencia en primer plano y la mención de su lugar de nacimiento. Pocas veces Frida se pintó de manera que se pudiera apreciar su cabellera, pero al hacerlo en este autorretrato sabemos que buscó agradar a Diego, quien adoraba su pelo largo y abundante.
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Frida viajó con su esposo a vivir en Estados Unidos durante casi tres años, y durante ese tiempo extrañó México con todo su ser. De ese sentimiento surgió esta obra. Frida se pintó al centro del cuadro, vistiendo un vestido rosa sencillo, sobre un pedestal. El fondo lleno de imágenes que evocan a los dos países. Por un lado su visión de México, donde destacó la naturaleza, la cultura azteca, las creencias y los colores vibrantes. Del lado de Estados Unidos, predomina la tecnología y la industria. Frida sostiene en sus manos una bandera con los colores mexicanos, dando a entender cual es el lugar al que su corazón pertenece realmente. |
Frida plasmó aquí uno de los momentos más traumáticos de su vida: el aborto natural que sufrió en el año 1932, mientras vivía en Estados Unidos. La vemos a ella acostada en una cama de hospital, bañada en sangre. De su estómago todavía hinchado se desprenden seis filamentos rojos y delgados, como si fueran venas o cordones umbilicales, que conectan su cuerpo con algunas imágenes que ella relacionaba con el aborto. En el centro y de un tamaño desproporcionado, está el feto de un bebé varón. Frida anhelaba tener un hijo y, aunque nunca lo logró, cuando hablaba del tema se refería a él como “el pequeño Dieguito». La orquídea violeta es un regalo que recibió de Diego. El caracol simboliza un aborto lento y el figurín del torso de una mujer, en el que se observan los órganos internos, muestra el interior de una mujer desde su perspectiva (casi como si su cuerpo, que no había podido llevar adelante el embarazo, se hubiese desprendido de ella). Pintó también una máquina de metal que ella diseñó para reflejar todos los fríos instrumentos utilizados para realizar un legrado uterino. Por último aparece su pelvis, que no pudo albergar la vida que la habitaba. |
Frida pintó este cuadro durante la época de crisis de su matrimonio con Diego Rivera. El elemento más importante es el collar de espinas que se hunden en su cuello como señal del dolor que le causa su relación rota con Diego. Dicho collar viene de la famosa corona de espinas, muy significativa en la tradición cristiana. Del collar cuelga un colibrí negro, muerto, con las alas extendidas, un detalle que Frida comparaba con la forma de sus cejas. El colibrí simboliza el fin de su matrimonio. Sobre sus hombros, un gato negro, símbolo de mal augurio y, finalmente, su mono, regalo de Diego. El mono luce indiferente, que es como Frida percibía a su esposo. En esta obra Frida sigue portando el atuendo tehuano y el cabello al estilo tradicional mexicano, que ya se habían convertido en parte de su propia identidad. |